Claves para afrontarla e integrarla 

El miedo a lo que va a pasar pertenece al mundo de los cómo, mientras que la incertidumbre pertenece al universo de los que. Una persona que acepta la libertad de la incertidumbre, su poder, afronta los miedos desde una posición vital, como si de una toma de travelling se tratara y desde ese lugar diferente, analizamos las decisiones que tenemos que tomar en cada momento, sabiendo –obviamente- que tomemos las decisiones que tomemos, estas no resolverán nunca ese estado de incertidumbre consustancial con nosotros mismos.

Decidimos con la información que tenemos en ese momento, en esa etapa de nuestra vida, y con la influencia de las creencias con las que viajamos.

Si quiero mirar cómo surgen esas amenazas puedo mirarlo y cuestionarlo desde ese paradigma de la incertidumbre. Y eso significa que voy a mirar las causas, el origen de todo. Es distinto del discurso habitual de cómo vamos a predecir, interpretar, y controlar este mundo en el que habitualmente nos sentimos fuera de juego.

La cuestión de la incertidumbre no se dirime en cálculos y mejores estimaciones o valoración de acciones sino en las preguntas básicas de por qué me surgen esas cuestiones, de dónde proceden, cuáles son las causas y cómo me hace sentir.

La incertidumbre no se pregunta qué va a ser de mi negocio mañana, si contraeré cáncer, o si envejeceré con mi actual pareja… la incertidumbre es entender las situaciones que vivimos en cada momento de nuestra vida, aceptando que ella nos acompañará permanentemente hasta que dejemos de existir o pasemos a otra dimensión. No hay nada escrito, no hay predestinación, y no hay unas leyes absolutas que determinen las cosas. Indudablemente abrazar la Incertidumbre tiene que ver mucho con la aceptación, que abordaremos en otra entrada. 

El gran reto es como conseguir una mente capaz de transformar la incertidumbre que se aloja en el hecho de vivir y la convierta en instrumento de desarrollo personal, de nadar en el río de la vida sin buscar atajos, sin ir contra corriente o agarrándose a las ramas de la orilla, sino sintiendo el agua, dejándonos llevar por el fluir del río: ser uno en esa corriente.

Pero ese lugar desde donde debemos afrontar la incertidumbre es sin duda un lugar para vivir, para vivir con libertad, con sentido, que no debe alejarnos de esa intuición de esa percepción de la incertidumbre absolutamente inmersa en la cotidianidad. No tiene ningún sentido alojarse en una posición donde la incertidumbre se aleje y no se conecte con las decisiones cotidianas, con el miedo que está tocando a la puerta, con la inseguridad de la gente que está perdiendo su salud, su trabajo… Si la incertidumbre no se conecta con eso, esa incertidumbre no es completa, es falsa y pertenece al mundo de los ideales. Es de nuevo una meta idea, que no viene al origen, y se escapa radicalmente de él.

La incertidumbre tiene que ver específicamente con el reto que supone vivir. Porque abrazar esta incertidumbre debe generar la certeza más fuerte de todas, convirtiéndose en la fortaleza que nos permite afrontar el misterio de vivir plenamente nuestra vida.

Abrazar la incertidumbre nos invita a aprender; a entender que significa vivir, porque la incertidumbre nos la entregan en el mismo pack. Nos ayuda a mirar de una manera más humilde, libre y valiente, decidiendo que pensamientos y actitudes debo asumir para vivir permanente con ella, asumiendo que no hay certezas, seguridades, ni hojas de ruta.

Si logramos hacerlo nuestro, transitaremos por la vida desde otro lugar, y nos ayudará enormemente a nuestro crecimiento personal, manejándonos con naturalidad con nuestros miedos e inseguridades.

Estos contenidos han sido elaborados conjuntamente con Iñigo Echebarría, consultor de nuestro partner, Endeavour Learning