El talento, es hoy es un mantra o tendencia en boca de muchas personas y organizaciones. Al parecer todos se preocupan por el talento de sus colaboradores. ¿Realmente es así?Cualquier persona que se mueva en ámbitos empresariales se percatará que solo se menciona en tres etapas o momentos:

  • En el reclutamiento, selección o incorporación de las personas a la organización
  • En su gestión, una vez dentro de la organización
  • En su fidelización o retención (esta última palabra, a mí siempre me ha sonado a detención)

Si queremos provocar un poco a los departamentos de Relaciones Humanas (me incomoda el término Recursos Humanos), podíamos traducirlo al lenguaje empresarial de la siguiente manera:

  • Deseo que me contrates “a los mejores”; aquellas personas que me van a garantizar unos resultados “exitosos” en el campo que a mí me interesa.
  • Una vez dentro, yo iré “gestionando” a esas personas para que se adapten a mi cultura y propósitos
  • Y por supuesto, no permitas que se marchen a la competencia. Haz lo que sea para que se queden.

En ninguna de estas etapas, la organización se interesa por saber quién es la persona, cuál es su singularidad, qué puede aportar, dónde podría ubicarla para que contribuyera mejor con sus capacidades y habilidades… con su SER.Personas encerradas en jaulas de oro, o en habitáculos  menos vistosos (como el de la foto de Elías), pero sin poder volar, sin poder desarrollar nunca lo mejor de sí mismas, resignadas -a cambio de compensaciones dinerarias y de estatus- a desempeñar actividades que puede que hagan muy bien, pero que solo genera “valor para el accionista”, sin preguntarse si disfrutan y sin experimentar el aprendizaje colectivo en un ambiente de participación.

 

Elias iconosquare. Fotoelisaceo

Elias iconosquare. Fotoelisaceo

La organización que no contemple las cualidades esenciales de las personas, está condenada a hacer siempre lo mismo, y a no saber ventilar los vaivenes del mercado y de la competencia.

Podemos abandonar este mundo sin haber puesto en valor nuestras capacidades para que emerjan como talentos.Podemos –seguro- intuir donde seríamos felices, en qué actividad disfrutaríamos tanto, que no tendríamos sensación de trabajar.

Nos lo estamos perdiendo, y no creas que lo harás cuando te jubiles, porque ¿Quién te asegura que llegaras? Y si llegas ¿Qué quedará de esas semillas?